Acerca de Efra Méndez
Efra Méndez es un instructor de buceo que ama su profesión. Un tío que disfruta enseñando a sus alumnos a bucear. Un fotógrafo creativo que adora retratar el mundo y compartir sus conocimientos con todo aquel que los necesite. Un viajero inconformista que apostó todo para largarse a bucear por los siete mares sin fecha de regreso.
Pero no siempre fue así.
Nací en el ‘78 en Castellón, mi caso fue uno de esos tantos embarazos no deseados. Padres jóvenes que de repente se ven con la obligación y necesidad de sacar una familia hacia adelante. Por motivos de trabajo mis progenitores emigraron a Cataluña, concretamente a Lloret de Mar. Un precioso pueblo gerundense de la Costa Brava.
Mi padre se dedicaba a la hostelería, trabajando de camarero en restaurantes. Y mi madre de mujer de la limpieza en un hotel. Oficios muy comunes en los pueblos turísticos.
Mi infancia transcurrió en el mar
Pasaba días enteros en la playa, pescando, nadando y explorando las aguas turquesas con mi máscara de buceo. Observaba la fauna y alucinaba con toda la variedad de seres vivos que me iba encontrando por mis incursiones acuáticas.
También disfrutaba con el deporte. Aprendiz de todo y maestro de nada, era mi lema. He practicado tenis, pin pon, fútbol, skate, ajedrez, natación, escalada, running, y he competido en artes marciales.
Pertenecía a esa generación de jóvenes que no encontraba ninguna motivación para seguir estudiando. No había ninguna oferta estudiantil que me atrajese lo más mínimo. Por falta de motivación y muy a pesar de mi madre, decidí dejar los estudios y empezar a trabajar. -¡Ya te arrepentirás, ya…! - me decía ella.
Bienvenido al mundo laboral
Los siguientes años de mi vida, ya te los puedes imaginar. Empecé con pequeños trabajos por un mísero sueldo que apenas me daba para cubrir gastos. Repartía propaganda, limpiaba jardines… Hasta que llegó mi primer trabajo con contrato.
Fue en la recepción de una cadena hotelera, repartiendo las llaves de las habitaciones a diestro y siniestro, y apuntando las entradas y salidas de los turistas. Este trabajo era de temporada, lo desarrollaba en verano y en invierno trabajaba en una panificadora.
Llegó el servicio militar, que por esos tiempos aún era obligatorio. La madre patria me secuestró durante 9 meses y fui destinado a infantería. Me pase toda la mili acampando por los Pirineos, pateando montañas y disfrutando con los colegas del aire libre.
La verdad es que el régimen militar y todo lo que lo rodea me la traía al pairo. Aunque la experiencia vivida en la montaña con tantos amigos es un buen recuerdo que no olvidaré.
Me quedé atrapado en los escombros, entre hierros y hormigón.
En pleno boom de la construcción, ¿adivinas quién empezó a trepar por los andamios y colocar tochanas como si no hubiera mañana?
Fui feliz durante algunos años “fabricando edificios”. Era un oficio en el que cambiabas de ubicación cada cierto tiempo. El no estar siempre en el mismo lugar me gustaba. En realidad el trabajo no estaba nada mal, buen sueldo, al aire libre... Y aunque no me llenaba aguanté unos años.
Problemas de adicción.
Un buen amigo con las mismas inquietudes que yo me habló del oficio de buceador. Y ese fue el principio de una nueva etapa en mi vida.
Apenas un mes después de la conversación con mi colega, ya habíamos hecho un bautizo de submarinismo. Nada más salir del agua ya estaba enganchado hasta la médula. Esa experiencia me hizo pensar sobre la vida que quería llevar el resto de mis días.
Mi nueva visión sobre el trabajo había cambiado. ¡Sí se podía vivir de lo que a uno le apasionaba!
Vivir de lo que a uno le apasiona.
Cuando probé el bautizo, a los pocos minutos de sumergirme supe que quería dedicarme al submarinismo de por vida. Mi instructor me preguntó si quería hacer el curso Open Water. No sólo me conformaba con el curso inicial, sino que ansiaba hacerlos todos. Quería llegar a ser un buen instructor de buceo y pondría todo mi esfuerzo y recursos para conseguirlo.
Y así lo hice. Durante mis días libres en la construcción, continuaba formándome. Tenía una sensación omnipresente de que muchas cosas buenas se avecinaban. Estaba pletórico, ansiaba que llegara el fin de semana para poder explorar los fondos subacuáticos. Disfrutaba sumergiéndome durante largos periodos de tiempo observando esa enigmática fauna que parecía no tener fin.
Formación en buceo recreativo.
En cada inmersión conocía gente nueva, descubría nuevas especies y avanzaba en conocimientos y destrezas con gran facilidad y entusiasmo.
Todas esas sensaciones estaban rodeadas de un buen rollo inimaginable. La gente acudía a los cursos de buceo con muy buena onda. Durante las inmersiones todo eran risas, adrenalina y anécdotas muy divertidas.
Llegó el curso de buceador avanzado y experimenté nuevas sensaciones como sumergirme en barcos hundidos. Realicé buceos nocturnos y exploraré cuevas subacuáticas. Aprendí sobre orientación con brújula y me sumergí a 30 metros experimentando la narcosis de nitrógeno.
Luego llegaría el curso Rescue Diver con el que gané mucha confianza en mí mismo, porque aprendí diferentes técnicas de rescate y primeros auxilios.
Y por fin llegué al Divemaster, el primer curso profesional de buceo. Con este curso ya podía ejercer como guía de buceo y realizar bautizos de forma autónoma.
No fue hasta entonces, cuando agarré las riendas de mi vida y le dije a mi jefe que tenía 15 días para buscarse a otro. Fue indescriptible el sentimiento de liberación que sentí en aquel momento. Se habían acabado las duras mañanas de apagar el despertador con mala leche. Por fin se había acabado la sensación de esclavitud y de no sentirme realizado.
¡Me tocó la lotería!
Era dueño de mi vida y estaba fuera de la rueda. Ahora pertenecía a esa extraña especie de seres, que disfrutaban de su trabajo más que nada en el mundo. Me pagaban por bucear y las profundidades se habían convertido en mi oficina ¿qué más podía pedir?
Era instructor de buceo PADI y SSI, las dos certificadoras de buceo más reconocidas del mercado.
Pasaron los años y no paraba de acumular experiencia trabajando de lo que más me gustaba, enseñaba a todos mis alumnos los ejercicios para aprender a bucear. Podía transmitir lo impresionante que eran los fondos marinos y la necesidad de preservar sus ecosistemas.
No me contentaba con trabajar sólo en un centro de buceo. Me gustaba cambiar de centro cada temporada y bucear por todos los puntos de submarinismo que hay repartidos por el litoral de la Costa Brava. Conocí a otros profesionales del sector y nuevas metodologías de trabajo.
Nuevos retos.
Seguía formándome como buceador invirtiendo en nuevos cursos, elevando de esta manera mis conocimientos con diferentes ramas del oficio. Estudié un grado medio en la Náutico-Pesquera de Tarragona, el curso de Técnico de mediana profundidad.
Un curso con una duración de nueve meses. Allí aprendí corte y soldadura, obra hidráulica, ensayos no destructivos, reflote, vídeo y cámara, recoger muestras y manejo de mesas distribuidoras de gases (R.O.V.S).
En definitiva, un curso enfocado a hacer trabajos subacuáticos muy diferente al de instructor de buceo. Este nuevo curso me permitía seguir trabajando como buceador profesional durante los inviernos. Ya que como instructor de buceo recreativo sólo podía trabajar en verano, pues este sector depende mayoritariamente del turismo veraniego.
También me formé en el manejo de embarcaciones profesionales y obtuve la titulación de Patrón Portuario. Cursé otros cursos complementarios como la formación básica de marinero, radio-llamada digital, el curso sanitario y botes no rápidos.
Toda esta formación me abrió numerosas puertas en el mercado laboral del buceo.
La fotografía y el vídeo submarino.
Pasaron los años y yo seguía feliz con mi vida y mi profesión, levantándome todas las mañanas con una sonrisa de oreja a oreja… Y aunque creas que exagero te aseguro que es la puta verdad.
Más tarde me enganché a la fotografía y al vídeo submarino, una adicción sana que me sigue acompañando. Otro nuevo mundo se abrió ante mis ojos. Era increíble como el submarinismo no paraba de aportarme nuevos retos y sensaciones.
Me embarqué a estudiar vídeo y fotografía submarina, a manejar programas de edición y a dedicar muchas horas de aprendizaje en el campo audiovisual. Empecé con la fotografía terrestre, desde paisajes, macro, nocturna, retrato, bodegones, social. Más tarde apliqué esos conocimientos a la fotografía y el vídeo submarino.
Me convertí en un auténtico friki de las imágenes. He perdido la cuenta de las veces que he madrugado o trasnochado para fotografiar un paisaje. O los resfriados que he cogido tras pasar horas y horas bajo el agua con la cámara.
Horizontes lejanos.
Años más tarde empecé a viajar y trabajar de instructor de buceo fuera de mi querida Costa Brava. Trabajé en las islas Canarias, descubriendo nuevos y espectaculares ecosistemas. También ejercí como guía, instructor y fotógrafo submarino en centros de buceo y vidas a bordo por países tan exóticos como los del sudeste asiático.
Justo antes de emprender mi segundo viaje por Asia conocí a Annabel, compañera de submarinismo, de viajes y aventuras.
Ambos compartimos la misma afición y empezamos a trabajar juntos en un proyecto común: Viajar Buceando. Una plataforma online que nos permitiría plasmar todo nuestro aprendizaje. Y con la que ayudaríamos a todas aquellas personas que quisieran aprender fotografía y vídeo submarino, y compartir nuestra pasión por el buceo, los viajes y la naturaleza.
Han pasado 15 años desde que lo dejé todo para cumplir mi sueño: ser dueño de mi vida y hacer lo que más me gusta día tras día… ¡Y lo he conseguido!
Ahora no paro de viajar, se ha convertido en mi forma de vida y me he transformado en un feliz trotamundos.
Todos podemos conseguir lo que queremos si nos lo proponemos. Estoy seguro de que una actividad tan enriquecedora como el submarinismo, puede darte grandes alegrías como me las ha dado a mí.
Voy a estar contigo para ayudarte en todo lo que pueda, para que conozcas bien este mundillo, para animarte a que bucees más y enseñarte todo lo que sé sobre fotografía y vídeo submarino.
¿Te apuntas?